Son las 17.43 del martes 12 de septiembre en La Paz. Alejandro Garnacho Ferreyra, nacido en Madrid hace 19 años, 2 meses, y 11 días, hijo de Alex -español- y Patricia -cordobesa, argentina-, acaba de adoptar una bandera para toda la vida y es la celeste y blanca. Por más tonada española que tenga, la tierra en la que nació, la de su padre, ya no podrá reclamarlo: está blindado para siempre. Y sí, tres estrellas pesan más que una.
A los 39 minutos del segundo tiempo de la goleada 3-0 ante Bolivia en la difícil altura boliviana, el técnico Lionel Scaloni decidió sacar a Nicolás González y mandó a llamar a la joyita del Manchester United, que el jueves ante Ecuador había esperado en el banco del Monumental y se tuvo que “conformar” con abrazar a Messi tras su golazo.
Si bien ya había debutado en los amistosos de marzo ante Australia e Indonesia, había gran expectativa por verlo jugar por los puntos y así terminar de cumplir el reglamento FIFA, que impone un mínimo de tres partidos con un mismo país para “bloquear” la nacionalidad en jugadores menores de 21 años.
“Ale”, como le dicen en la intimidad del campeón del mundo, redondeó una correcta actuación durante los 9 minutos que jugó en el difícil Hernando Siles: tocó la pelota en cinco oportunidades, acertó cuatro pases y perdió una sola vez el balón.
“No me hace falta jugar tres partidos”, había anticipado él, pero ahora ya no hay papeles que mirar, ni recurso que valga. Lo de esperar tres años, si España quería citarlo como lo hizo para una Sub-18, se terminó. Como dijo en marzo, “siempre argentino”. El corazón ya estaba blindado.