Fue el 1° de mayo de hace 17 años, acaso toda una premonición para quien se convertiría en el mejor trabajador del fútbol mundial. Aquel día, Lionel Messi anotó su primer gol en el Barcelona, el segundo de esa noche tan especial en el Camp Nou, una exquisita definición que le puso el broche al 2-0 ante Albacete, por la 34ª fecha de la Liga española 2004/05.

El holandés Frank Rijkaard, entrenador del conjunto catalán por entonces, mandó a la cancha al rosarino, melena adolescente y con el 30 en la espalda, en reemplazo del camerunés Samuel Eto’o, cuando apenas faltaban cuatro minutos para que se cumpliera el tiempo reglamentario. Fue más que suficiente para que la Pulga hiciera no uno sino dos goles prácticamente calcados. El primero, anulado por offside; el segundo, completamente legal.

Así, con 17 años, 10 meses y 7 días de edad, aquel tanto lo transformó en el jugador más joven en marcar en Liga con la camiseta del Barça, un récord que luego le iba a arrebatar Bojan Krkic en 2007 y que desde 2019 le pertenece a Ansu Fati.

También una premonición fue la secuencia del gol y su posterior celebración. Ronaldinho asistió con derecha de vaselina, Messi definió de igual forma pero con la zurda, y el brasileño subió a caballito al argentino para mostrarles a los 91.174 espectadores en el Camp Nou y a los millones de televidentes en el mundo quién sería el heredero de la 10 blaugrana y el futuro Rey del balompié.

“Ronnie me puso una pelota estupenda. Y como vi que el arquero se adelantaba mucho, la coloqué por encima”, describió Leo con total naturalidad un instante que todo pibe anhela, como si fuera así de fácil, tal vez otra premonición de aquel día viendo los 671 festejos que vendrían después defendiendo los colores del Barcelona.