Pablo Ruggeri tiene 24 años y vive en los Estados Unidos desde 2021. Creció en Pigüe, un pequeño pueblo del interior de la provincia de Buenos Aires, y se fue de la Argentina en plena pandemia, solo, en busca de un futuro mejor, detrás del Sueño Americano. “No fue fácil, pero me animé, tenía que hacerlo”, cuenta.
Empezó como estudiante internacional de premedicina, con la ilusión de dar el gran salto hacia la carrera. Sus primeros pasos en los Estados Unidos los dio en Utah. Luego recaló en la Florida. Desde hace un año se mudó a Springfield, Missouri, la Ciudad Reina de los Ozarks.
Allí trabaja como asistente de enfermería entre 12 y 16 horas por día. Sacrificios que dan frutos. Pero no es sencillo. Los lazos con la Argentina están firmes, la nostalgia por sus raíces tiran. “Desde acá todo se ve distinto”, dice, a la distancia, como quien tiene otra perspectiva.
La Selección argentina como conexión con sus raíces
“No quiero entrar en la comparación con la Argentina, pero Estados Unidos es otro mundo. Lo que te puedo decir es que acá todo depende de uno mismo. Salgan las cosas bien o mal, siempre es responsabilidad de uno. Acá hay que tener hambre para avanzar porque hay mucha competencia”, detalla sobre su vida en el norte.
Y en la soledad, también encuentra momentos para aferrarse a su país: la Copa América que se jugará en los Estados Unidos desde el 20 de junio al 14 de julio tendrá a la Selección argentina como defensora del título. Pablo estará ahí. No solo para ver a Messi y a los campeones del mundo, sino para volver a conectarse con sus orígenes.
“La única vez que fui a ver a la Selección fue en la Argentina, en un amistoso que jugamos contra España después del Mundial 2010 (triunfo 4 a 1). Yo me crie en un pueblo del interior en Argentina, que se llama Pigüe. Y para los que no son de la ciudad muchas veces se hace difícil ir a ver los partidos”.
Aunque no está cerca de Atlanta, Pablo -hincha de River- ya lo decidió: viajará más de dos mil kilómetros (1100 de ida, otros 1100 de vuelta) para ver el debut de la Selección ante Canadá, el 20 de junio, día en el que los ojos del mundo estarán puestos en ese partido.
“Hay que confiar en el autito, sé que vamos a llegar bien”
“Estar presente en ese partido significa un montón para mí, va a ser algo hermoso, no tengo dudas”. Pablo no titubea cuando revela que esa travesía la hará en un auto que tiene su desgaste. Prefiere animarse a vivir la aventura antes que quedarse con la duda de lo que hubiera sido.
Las más de 11 horas por tramo que separan a Springfield con el imponente Mercedes-Benz Stadium de Atlanta las hará junto a otro argentino, a bordo de un auto que estuvo un año abandonado. “Hay que confiar en el autito, sé que vamos a llegar bien”, dice mientras elige creer, aunque por dentro sabe que no hay garantías.
“Iremos en un Hyundai Sonata modelo 2015. No es muy viejo, es cierto, pero tiene más millas que el auto de Matías Rossi (se ríe). Estuvo abandonado un año entero y por eso lo pagué barato. Pide a gritos un cambio de aceite. Viajaremos con mi roomie de Argentina, de Villa Ballester. La idea es manejar mitad y mitad”, continúa.
Las más de 11 horas por tramo que separan a Springfield con el imponente Mercedes-Benz Stadium de Atlanta las hará junto a otro argentino, a bordo de un auto que estuvo un año abandonado. “Hay que confiar en el autito, sé que vamos a llegar bien”, dice mientras elige creer, aunque por dentro sabe que no hay garantías.
“Iremos en un Hyundai Sonata modelo 2015. No es muy viejo, es cierto, pero tiene más millas que el auto de Matías Rossi (se ríe). Estuvo abandonado un año entero y por eso lo pagué barato. Pide a gritos un cambio de aceite. Viajaremos con mi roomie de Argentina, de Villa Ballester. La idea es manejar mitad y mitad”, continúa.
Para Pablo será más que un partido de fútbol porque ese 20 de junio, en uno de los estadios más impresionantes del mundo, miles de argentinos volverán a sentirse en su tierra.