Descubrir quién mató a Pillín Bracamonte anoche a la salida del partido entre Rosario Central y San Lorenzo será para el fiscal Alejandro Ferlazzo un rompecabezas multitudinario. Porque como en una novela de Agatha Christie, son muchos los hombres que tenían motivos para mandar a asesinarlo. Pasada ya la primera conmoción por el hecho, dos teorías son las que se despliegan con mayor fuerza en la Justicia santafesina. Una, la que en voz baja recorre todo el imperio Canalla, es que Pillín consiguió algunos beneficios en la causa que se le seguía por lavado de dinero a cambio de que se le cayeran algunos nombres casualmente en algunos interrogatorios. Y eso se paga con sangre.

La otra, es que en la interna por ver quién maneja todos los negocios ilegales de la ciudad, su nombre históricamente estuvo asociado al de Los Monos, de la familia Cantero. Pero hace un par de temporadas que dos laderos clave de Guille Cantero, Leandro Vilches y Pablo Caminos (todos obviamente presos con penas altísimas), abrieron una central paralela de negocios y le ofrecieron un acuerdo compartido a Bracamonte. Liberar zonas a partir de los arreglos con la Policía (a ambos delincuentes por ejemplo se le adjudican los atentados de conmoción pública que sufrió Rosario el año pasado, entre los que se cuentan el supermercado de la familia Roccuzzo) y extender el dominio de los negocios con la UOCRA que Pillín tenía en la zona norte y el parque industrial a todo el resto de Rosario y alrededores, donde manda la familia Cantero. Y como su juego fue ambiguo coqueteando con los dos grupos, se enemistó con ambos. La versión predominante es que Vilches y Caminos al ver este accionar le habrían ordenado a su hombre en la calle, Matías Gazzani, que actuara en consecuencia para quedarse también con los negocios ilegales alrededor del fútbol. Ah, Gazzani está prófugo hace nueve meses y extrañamente nadie lo encuentra.

La otra versión, aunque tiene menor fuerza, es que también a partir de este juego doble el que se enojó fue Guille Cantero y ordenó a su gente comandada por su yerno, Samuel Medina, alias el Gordo Samu, que le comieran la barra. Samu fue asesinado el mes pasado y lo de anoche habría sido una represalia por aquel crimen. Una tercera hipótesis también pone en juego a la familia Alvarado, el otro gran clan narco de la Provincia, aunque ésta parece tener menos sustento. Más que nada lo que desorienta hoy a la Justicia es que Pillín se mantuvo 20 años en el poder de la tribuna entendiendo cómo repartir beneficios. A punto tal que si bien se mataban en la calle, la gente de Alvarado y de Cantero concurrían junto a Bracamonte a la cancha y ahí no había problemas graves hace más de una década. De hecho mientras Pillín mantenía una buena relación con Guille Cantero y con el Gordo Samu, su hijo Andresito pateaba la calle e iba a la cancha junto al hijo de Alvarado. Todos por ejemplo quedaron registrados en Migraciones viajando juntos a los partidos en el exterior de este año de la Copa Libertadores y Sudamericana tanto a Uruguay como a Brasil. Cosas extrañas del mundo del delito y las barras.

Para entender lo complejo de la trama hay que analizar dos factores. Primero, el poder de todos los grupos contendientes y la millonaria trama delictiva forjada a partir de la tribuna de Rosario Central y extendida por todos lados. La segunda, quién podría tener datos concretos de que Pillín y su segundo, Daniel Rana Atardo, no irían por el habitual camino de Parque Alem al salir del estadio (allí lo atacaron en agosto pasado tras el clásico con Newell’s) sino que tomarían una vía no habitual por la calle Avellaneda. Y que aun cuando se estaba dentro del radio del operativo de seguridad, no habría policías a escasas cuatro cuadras de la cancha, en el cruce de esa arteria con Iberlucea y que encima un foco de luz estaría inactivo. Demasiadas casualidades para no pensar en una entrega y quienes últimamente han tenido las zonas liberadas son mucho más la dupla Vilches-Caminos con su grupo de sicarios apodados “Los Menores” que el resto de los grupos delictivos que asolan Rosario.

Igual Pillín era a esta altura un blanco al que todos querían apuntar. Sus negocios se habían extendido por toda la ciudad y su patrimonio se había vuelto exorbitante. Cuatro eran sus negocios más redituables, todos millonarios: las viandas en los hospitales y sanatorios de Santa Fe a través de una serie de compañías donde su nombre no aparecía, el manejo de cerca de 300 taxis a partir de testaferros (algunos a nombres de su hijo, otros de su ex mujer) que le descubrieron en una causa judicial (cada licencia está cotizada en 13 mil dólares), la empresa por la que extorsiona a los constructores para que le contraten a él la mano de obra, los baños químicos y las viandas de los trabajadores de la construcción en una alianza con Carlos Vergara, el secretario general de la UOCRA de la ciudad, lo que originó una causa por asociación ilícita, y los negocios con el club, que suman no sólo la reventa de entradas, los trapitos, los puestos de merchandising ilegal más los de comida y bebida sino también el manejo de muchos chicos de inferiores a través de dos representantes.

Lejos de ser una Pyme, Bracamonte era una multinacional del negocio ilegal. Sólo no se metía en el narcotráfico y eso le garantizaba la paz con los grupos Los Monos que cada vez que alguien quiso desbancarlo de la tribuna, puso su fuerza sicaria a su servicio y logró mantenerlo en pie. Cinco fueron las veces que Pillín recurrió a la sombra protectora de la familia Cantero y las cinco veces ganó la contienda. Hasta anoche, cuando cayó perforado por las balas disparadas desde muy corta distancia en la esquina de Avellaneda e Ibarlucea mientras conducía su camioneta blanca.

¿Pero quién fue? Ese es el rompecabezas que se intenta armar a esta hora entre los investigadores. Pillín había ganado la barra en 2002 cuando al frente de un grupo al que dio en llamar Los Pillines desbancó de la tribuna a los hermanos Juan Alberto y César Bustos, quienes habían heredado la barra a fines de los 90 de parte de su padre, Juan Carlos. Desde entonces y por mucho tiempo hubo una guerra constante por el poder pero que siempre tuvo el mismo ganador: Bracamonte, quien sufrió un ataque a balazos en 2006 y acusó a sus rivales de haber contratado un sicario para matarlo. Con impecables conexiones a nivel político, policial y dirigencia deportiva, Pillín logró seguir en lo más alto del paravalancha y ampliar rápidamente su influencia.

Cegado por el poder y por cómo fluía el dinero, Bracamonte cometió un par de errores que a otros le hubiesen costado caro: tuvo una causa por amenazas contra un empleado del club (quería que le diera carnets actualizados para su grupo de 700 barras, ante la inminencia de las elecciones internas de la institución), una denuncia por violencia de género, otra por presunto homicidio y una más por haber gobernado a piacere los partidos de la Selección en Rosario haciendo pasar gente a cambio de dinero y desbordando las instalaciones del estadio. Sus rivales creyeron que eso lo había debilitado y dos veces intentaron desbancarlo. Primero fue Luciano Molina, de la zona Sur, donde mandan Los Chaperos. Después Cato Molaro, también de ese sector. Pero no hubo caso: las batallas dejaron muertos y heridos con Bracamonte siempre como triunfador y pasando por entonces apenas 20 días en prisión.

¿De dónde surgía tanta impunidad? De sus relaciones políticas, claro, policiales pero sobre todo de su vínculo con el grupo Los Monos. Pillín entendió que él era un engranaje importante del submundo delictivo de Rosario, pero los verdaderos dueños eran la familia Cantero. El nexo barras y narcos quedó registrado en la fiesta de 15 de Mariana Cantero, hermana menor entre los seis hermanos. Allí posaron juntos a la cumpleañera Pillín Bracamonte, Mariano Salomón, lugarteniente de Ramón Machuca, alias Monchi (hermanastro de los Cantero y condenado a 37 años de prisión), y Daniel Teto Vázquez, histórico barra leproso. Esa relación umbilical también dejó una ofrenda para siempre en la bandeja alta del estadio Canalla: desde mayo de 2013, cuando fue asesinado Claudio el Pájaro Cantero, en la tribuna flamea una bandera con su imagen y la frase “Dios le da las peores batallas a sus mejores guerreros”.

Esa impunidad quedó también a la vista de todos los argentinos cuando la Justicia rosarina le dio el plácet a Pillín para ir al Mundial de Sudáfrica, a pesar de que estaba con dos causas judiciales abiertas. Líder junto a Pablo Bebote Alvarez de la ONG barra Hinchadas Unidas Argentinas, en el país de Mandela no tuvo la misma suerte: lo apresaron en el aeropuerto, lo consideraron indeseable y lo deportaron. Pero su poder en la patria chica era tal que cuando el derecho de admisión pasó de los clubes al Estado, tampoco se lo pusieron. Mientras los jefes de La Doce con Di Zeo a la cabeza o los de River con Caverna Godoy debían ver los partidos desde afuera, Pillín se paraba en el paravalanchas burlándose de todo y de todos. Hasta que en septiembre de 2018 lo agarraron en las inmediaciones de la cancha de Lanús repartiendo entradas de protocolo como si fueran caramelos. No se preocupó demasiado: ese derecho de admisión sólo terminó corriendo para Provincia de Buenos Aires. Otra vez había ganado.

Parecía, por entonces, que era inmortal. Pero la escisión en 2021 del grupo Los Monos con varios bandos disputándose toda la ciudad también le llegó a su territorio. Y si bien siempre había sabido manejarse entre los polos delictivos, esta vez habría jugado mucho más fuerte. Cercado por la Justicia que le había abierto tres causas judiciales grandes, la mayor la de lavado de dinero, empezó a pensar estrategias defensivas que molestaron a todos los bandos porque negociaba por derecha e izquierda. En agosto de este año lo quisieron matar. El siempre apuntó a Vilches y Caminos como los autores del atentado.

Pero al mismo tiempo, Cantero a cambio de la eterna protección le habría pedido una porción del fútbol para la gente del Gordo Samu. No hubo acuerdo y Samu fue asesinado. Mientras todos creían que había sido Pillín, este siempre apuntó nuevamente a la dupla Vilches-Caminos, que según él querían quedarse con todo y cometieron el crimen para que todos creyeran que fue él y así sacarlo del medio. Si su hipótesis era cierta o sólo buscaba una excusa para cubrirse, ya no parece importar tanto. Ayer, pasadas las nueve de la noche, su cuerpo quedó tirado en la esquina de Iberlucea y Avellaneda atravesado por las balas. Terminaba su reinado de la peor manera. Ahora viene la sucesión. Que será cruenta y que tiene aterrorizada a toda la Provincia.

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